The Tortured Poets Department: Tragicomedia torturada (Parte 1/2)

The Tortured Poets Department Album Review Taylor Swift

The Tortured Poets Department no es el mejor trabajo de Taylor Swift, con diferencia, pero tiene dos elementos clave que lo mueven a uno a través del álbum como ninguno de los álbumes de ella, ni siquiera los que considero sus obras maestras, lo han hecho hasta ahora:

El primero es burla o sátira de la imagen clásica del supuesto poeta (masculino): el que mira con narcisismo al mundo fingiendo ser poeta, pero que en el fondo tiene poco para decir y por ende se autodenomina constantemente y hala de diccionario para exaltar su pobre visión. No es nada nuevo, pero sí es primera vez que se presenta como un elemento que atraviesa todo un disco de Taylor y lo hace muy bien.

El segundo, la voz sin filtro de Taylor, la menos filtrada que ha habido y no me refiero a la producción sino a lo que nos cuenta. Si Taylor siempre ha sido brutalmente honesta, incluso cuando decidió alejarse de su estilo más autobiográfico, aquí rompimos el techo y fuimos por más incluso. Este álbum es una autopsia, o el reporte de la misma, de lo que pasó en los últimos dos años de su vida y Taylor no trata de ocultarnos eso (ella lo menciona) ni lo que implica.

Y he visto a muchos, pero muchísimos, señalar que ese es el defecto más grande del álbum, que por eso parece una mezcla de mil cosas sin filtrar, pero aunque casi dan en el blanco, confunden conceptos, siendo esta la cualidad que lo hace más único dentro de la discografía de Taylor.

También afirman con una seguridad preocupante que «este álbum es para darle contentillo a los fans» y que si no eres Swiftie nivel 1989 no puedes conectar con él; a mí me da mucha pena, pero esta es la mentira más grande sobre un trabajo que deja clarísimas sus intenciones para cualquiera -swiftie o no- que de verdad quiera escuchar. Claro que hay easter eggs y demás, posiblemente más que en otros trabajos, pero el papel que juegan aquí es el enaltecer el valor de diario personal que este trabajo tiene para la artista y eso en ningún momento choca con las intenciones del disco.

Se dice muchísimo que esto es un retroceso en el proceso creativo de Taylor, que necesita un descanso porque ya cansa su fórmula y aunque medio le atinan a uno de los problemas del álbum, ¿desde cuándo estilo es fórmula?

Se habla con condescendencia que este álbum revela cosas vergonzosas y muy turbias -como si una autopsia fuera un paseo cómodo y afable, y que es Taylor escribiendo y produciendo desde un lugar seguro y de confianza, no queriendo dar el paso a un estilo nuevo pero, de nuevo, ¿cuándo ha sido una obligación la innovación -el perk más sobrevalorado del arte- en una obra? La innovación es un concepto que le concierne al marketing casi el cien por cien de los casos; bienvenida sea cuando aporte, ¿pero acaso era lo de este álbum cuestión de innovar porque sí? ¿iba de la mano de lo que ella quería contar o sólo es un reclamo vacuo?

El problema de que Taylor sea la artista más grande del momento y -más aún- la artista femenina más grande del planeta, es que el virus de la opinionitis se esparce sin cura y al final pocos terminan diciendo algo interesante sobre al arte -bueno o malo- y la discusión se desvía por otros caudales. El «bitching and moaning», claro que sí.

Esto lo menciono precisamente porque ella es la más consciente de dichos temas, discusiones y palabreríos y plasma eso en el álbum. «¿Que nunca supero las cosas en mi vida? Es que soy una alcohólica funcional y una Sagitario, de paso, mi combustible es precisamente ese…»

«¿Que hago música insípida y prefabricada, sólo para vender? Claro que sí, y de paso le pongo narcóticos para que la gente me pida más…»

No solo son pullas las que dotan de sabor este álbum, es la forma en la que Taylor narra su «casi-algo» como una abducción alienígena. Como dota de líneas censuradas (classified) las navajas sobre las que está escrito «The Smallest Man Who Ever Lived». Como describe la adrenalina de huir de tus problemas en «Florida!!!», la que podría bien ser la mejor colaboración femenina de Taylor, codo a codo con Nothing New.

Y dentro de todo ello, «Guilty as Sin?» posiblemente lo mejor del disco, donde Taylor se cuestiona así misma la validez de sentir culpa por desear estar con otra persona mientras existe encarcelada en una relación, describiendo sueños húmedos como nadie más podría hacerlo, o «I Can Do It With A Broken Heart» un himno sobre disciplina y valor donde le recuerda al mundo nuevamente por qué ella está donde está.

Es Taylor burlándose de quienes la tachan de pretensiosa por usar palabras grandilocuentes cuando se nota que están puestas adrede para darle sentido a una tragicomedia moderna que se mofa de los pseudo-poetas masculinos «You are not Dylan Thomas, I’m Not Patty Smith. This ain’t the Chelsea Hotel, we are modern idiots»; hasta de sus fans se mofa, lo más preciado que ella siempre ha considerado que tiene como artista de la gran industria, y no le falta razón. Aunque de eso hablaré más adelante porque tiene que ver con otro factor importante de este proyecto.

Otro comentario que he visto es que este álbum suena a lo que Taylor ha hecho antes y -con el sonsonete de lo de la innovación- vuelven a sacar la queja pero aunque no les quito razón, entre más escucho este álbum, menos me suena a lo que Taylor ha hecho antes salvo ciertos momentos o canciones muy específicas.

La imagen general se parece mucho, sí, pero al analizar los elementos con detalle esto es otra receta, con otras tonalidades y sabores. Entiendo el por qué de la queja, pero nuevamente, no todo es blanco o negro y esto es otra cosa.


Cierto es que este álbum tiene tres problemas grandes a mi parecer:

El primero es que, pese a que tiene todo el sentido del mundo la voracidad con la que se abarcan cada uno de los temas y situaciones del álbum, puede que a veces llegue a ser demasiado. La sofisticación de su afilada pluma se pierde por momentos para darnos una experiencia más íntima que nunca, pero con ello sacrifica su propio estilo y sus formas. Una decisión arriesgada que no salió muy bien pero que igual no sacrifica el rumbo del disco.

El segundo, el más evidente: sus esquinas sin acabar. El nivel de detalle de la producción es evidente, pero si queremos irnos a lo técnico, hay mucho por pulir y acabar en este proyecto y se hace demasiado evidente en varios segmentos del disco. El sancocho de anécdotas y conceptos tiene todo el sentido del mundo y uno podría decir que este problema es consecuencia natural de la intención del proyecto, pero a mi parecer eso le quita fuerza a buena parte de las canciones.

El tercero es que, contrario a lo que critica la gente, este álbum pide a gritos ser más country que nunca (osea, más lo que Taylor ya ha hecho y sabe hacer mejor que nadie). A Taylor siempre se le han notado las raíces de su inspiración musical, incluso en sus trabajos que más se alejan de ese sonido, pero aquí la Taylor sin filtro no puede ocultarlo para nada. Las decisiones de producción de este álbum funcionan, pero apenas y pasan el test y había ciertamente otro camino para abordarlo sonoramente que siento yo habría sido más interesante.

Este es el proyecto más a medio camino de Taylor desde Midnights, lleno de altibajos, aciertos y problemas, aunque si me preguntan, esto es lo que yo quiero para la música, porque a mi parecer es más interesante y con más espíritu que su antecesor y aprecio su valentía. Aunque haya salido peor, este es el nivel de compromiso que cualquier artista debería tener con su visión y su trabajo como mínimo: visión de autora, brutal sinceridad e ideas llevadas hasta las últimas consecuencias.

Pero claro, aquí a falta de uno hay DOS álbumes y dos caminos, uno que aún no he abarcado del todo y que tiene lo que faltaba para completar el círculo.

Falta hablar de The Anthology (próximamente segunda parte de esta reseña).

Puntuación: 3 de 5.

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